11 de agosto de 2013

Objeción a los bancos

Los bancos representan una evolución lógica del dinero como medio de intercambio, ya que se encargan de administrar su constante e inevitable tendencia a la acumulación. Si bien el dinero, que por fuerza se debió inventar antes que los bancos, daba una sensación real de poder y estatus proporcionalmente a quién más tenía, fueron éstos posteriormente quienes se hicieron oficialmente con este poder, creando lugares físicos y custodiados para su administración. Los préstamos hipotecarios son su gran negocio, siendo esta la mejor forma de tener esclavizadas a las personas, aprovechando que todas ellas necesitan una casa para vivir. Los bancos, como centros de administración del dinero contribuyen a la vez a afianzar la dependencia de las personas hacia el sistema monetario, y son sin duda la piedra angular de dicho sistema. La objeción que se debe plantear es, por tanto, la de su propia existencia.


Al mismo tiempo se nos plantea un gran problema para llevar a cabo la objeción a los bancos. Entre el banco y el dinero reside una relación evidente: en tanto exista el dinero como forma de dar valor a las cosas, sea en moneda, papel o electrónico, lógicamente deberán existir lugares que al menos lo guarden. Por desgracia, aplicando el mismo argumento, el propio hecho de tasar los objetos, motiva que los bancos se lucren mediante el crédito para las posesiones más grandes, costosas y esenciales, como las casas. Esto nos dice que ya de por sí no tiene sentido alguno querer acabar con los bancos o al menos hacer objeción si no lo hacemos al dinero, pues una cosa lleva inevitablemente a la otra; digamos que son dos cosas correlacionales. A pesar de lo cual, objetar a los bancos o reducir nuestra colaboración para con ellos es mucho más fácil que tratar de reducir nuestra dependencia del dinero. Centrémonos en los dos usos mayoritarios de los bancos.


Cuando se dice que “las hipotecas nos esclavizan” estamos hablando de forma literal. El problema es que es muy difícil escapar al gran negocio de los bancos: los créditos. Cualquiera podría prescindir de un coche, una moto o un avión privado, objetos que requieren casi siempre de la concesión de un préstamo bancario, pero nadie puede escapar de la necesidad de una casa, a no ser que quiera vivir debajo de un puente. Alguien podría decir que sí que hay una forma de escapar al hecho de hipotecarse, y esta es la del alquiler. Craso error, pues al fin y al cabo el arrendador está hipotecado y si bien es cierto que el arrendatario no está acudiendo al banco a solicitar una hipoteca está contribuyendo a que otros lo hagan.  En otras palabras, a no ser que sea el estado o un organismo inferior quienes nos alquilen la casa, fomentar los alquileres fomentaría al mismo tiempo las hipotecas y no solo eso, también la especulación.  Conclusión, la objeción hipotecaria, sea o no directa, parece que a priori no es factible. No obstante, existe ya la posibilidad de que uno se haga su propia casa no convencional por un precio tan bajo que no necesitaría más que ahorrar unos años y conseguir evitar así hipotecarse.


Veamos ahora la otra función de los bancos: la custodia del dinero.


El desigual reparto de la riqueza, de los salarios y por tanto del dinero como medio de cambio de los productos, implica que haya personas que acumulen mucho y otras poco. Así, quienes acumulan mucho, ahorran ese dinero en los bancos porque saben que al menos allí estará seguro. Quienes, por el contrario, viven al día, no solo no pueden ahorrar sino que apenas tienen para vivir. Con todo, puede darse el caso de personas que ganen mucho y que tampoco ahorren porque lo gastan todo hasta el punto de que lo único que tienen son deudas (“el dinero llama al dinero”).  Para estos últimos sería fácil evitar los bancos directamente si vivieran de alquiler, pero aún así lo tienen difícil porque casi todos los trabajos, la oficina de desempleo o el sistema de pensiones funcionan mediante el ingreso del salario en una cuenta bancaria, y si bien uno está en su derecho de reclamar el pago en metálico, las trabas que te suelen poner son numerosas, y esto es lo que obliga a abrir una cuenta en el banco o no poder deshacerse de ella. Aún así, mientras uno no tenga ingresos de ningún tipo, puede perfectamente sacar el poco o mucho dinero que tenga en el banco y guardarlo como antaño se hacía, debajo de la almohada. Obviamente, si es poco no pasará nada, pero siendo mucho, la inseguridad de robo es patente y esto hace que la gente tienda a buscar la seguridad del banco.


Por esto queremos decir que la objeción a los bancos carece de sentido si no se objeta al mismo tiempo al uso mismo del dinero, pero también hacia el nivel de consumo, ya que si una persona que trabaja poco porque no hay trabajo y por tanto tiene pocos ingresos a lo largo del año, apenas consume y por tanto vive al día; en este caso apenas necesitará de los bancos. ¿Cuál es la mejor forma entonces de objetar a los bancos? Trabajar lo justo, reducir al máximo el consumo y no ahorrar, por ejemplo, donando el dinero que nos sobre a aquellos que más lo necesiten.




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