28 de noviembre de 2013

Falsedad

Todo en vuestras vidas es falsedad y os diré porqué:

Vivís una vida de excesos, placeres, lujos, envidias y competición a costa del sufrimiento de millones de seres, humanos o animales. Vivís en busca de la felicidad a costa de la condena de otros. Lo sabéis y os da igual.

Cambiáis de móviles cada seis o doce meses, pero...
si alguien os dice que vuestros móviles provienen en gran parte de un brutal régimen esclavista y del genocidio de millones de personas en el Congo no solo os da igual, sino que lo llamáis reaccionario o agorero.

Coméis animales casi a diario, pero...
si alguien os dice que vuestro bocadillo de jamón proviene del peor régimen esclavista de la historia y causa el mayor holocausto de animales os da igual y seguís comiendo como si no os  importara. Si alguien dice que los peces que os coméis sufren lo mismo que si vosotros fuerais ahogados en el agua, lo llamáis radical.

Teméis más que nada en el mundo ser inadaptados sociales, pero...
si alguien os dice que vuestro culto por el progreso y la tecnología está destruyendo a pasos agigantados los ecosistemas vitales del planeta, destruyendo millones de individuos y especies, humanas y animales, también os da igual, miráis para otro lado y seguís con vuestras vidas.

Creéis ser libres, pero...
si alguien os dice que sois víctimas de un poder superior que controla vuestro carácter, vuestro comportamiento, vuestros movimientos y vuestra vida entera, que trata de haceros sujetos pasivos, sumisos y hedonistas no solo os da igual sino que lo negáis como los necios.

En definitiva, vivís en el autoengaño permanente. Lo sabéis y os da igual. Y no solo eso, os engañan y os da igual, engañáis y os da igual.

Y estos son vuestros excesos, los que provocan más muerte, más sufrimiento, más destrucción:

Estudiáis y trabajáis para un sistema corrupto y competitivo, tragáis publicidad como si fuera algo normal, compráis y compráis objetos inútiles, vais de turismo rural o playero simplemente porque está de moda, con vuestros todoterrenos, coches, tablets, portátiles y demás parafernalia tecnófila, aparatos, que sí, son muy atractivos e innovadores, pero son inmensamente más destructivos. Y por eso el resultado de vuestra vida es destructivo.

Seguís engullendo platos basura llenos de químicos, celebráis barbacoas que no son más que un culto a la esclavitud, contamináis el aire con vuestra manía de llegar más rápido a los sitios, en aviones o en coches, lo mismo da, os rendís infantilmente a todas las innovaciones tecnológicas sin plantearos las consecuencias de esta invasión, degradáis vuestro cerebro tragando horas y horas de televisión y de videojuegos y por si no fuera poco acudís a los bares o a las terrazas en verano para enaltecer lo extraordinario que es el ser humano, en vez de decir la verdad: el ser humano es arrogante, depredador y destructivo; despreciáis la gran obra de la Madre Naturaleza, mientras os lleváis por delante a millones de seres que nada tienen que ver con vuestro modo de vida, mientras avergonzáis más y más a la esencia humana.

¿He dicho excesos?

En realidad son crímenes.

Pero la más grande de todas las falsedades es la de aquellos que pretenden hacer la revolución mandándose guasaps con sus teléfonos móviles.

No sois conscientes de que ya no sois humanos, sino autómatas controlados por máquinas.

Por todo lo dicho, el sujeto que suscribe esto, no importa quién sea ni si es uno más de todo este teatro, os advierte:

Todo en vuestras vidas es falsedad,
porque todo alrededor de vuestras vidas es esclavitud, violencia y sufrimiento…

…¡y os da igual!

15 de noviembre de 2013

La presión social

Hay quienes dicen que la humanidad puede aún cambiar de rumbo si realmente tiene voluntad para hacerlo. Otros dicen que por lo general las personas no cambian, salvo excepciones. La primera afirmación es muy general, algo vaga y además ambigua porque habla de un futuro incierto y de una tendencia que pasaría por alto muchos factores decisivos. La segunda afirmación es algo más específica, se refiere a los individuos en concreto por lo que no tiene mucha validez si se quiere aplicar al conjunto de los mismos, porque ¿qué importancia tiene que unos pocos individuos cambien si la mayoría no lo hace? Independientemente de la veracidad de tales afirmaciones, que más bien serían interpretaciones subjetivas de la realidad, ninguna de ellas aporta nada significativo al análisis exhaustivo de la delicada situación del ser humano en relación al entorno en el que vive y el resto de individuos que habitan la Tierra por culpa de su osadía.


Si a quienes les importan estas cosas empezaran a analizar las causas radicales de la situación actual llegarían a la conclusión de que son varios los factores decisivos por los cuáles se puede afirmar que una masa de individuos homogénea no manifiesta cambios trascendentales en el curso de sus respectivas vidas. Aunque en realidad, sólo habría un factor único y este es el de la presión social. Efectivamente, en la sociedad de masas, casi la totalidad de las acciones humanas están guiadas e influenciadas drásticamente por la presión social y es esta la que motiva el hecho de que las personas tiendan a permanecer estáticas e inmutables en cuanto a sus hábitos o comportamientos esenciales. Se podría decir que esta influencia no abarca al cien por cien de las personas, pero el tanto por ciento mínimo de las consideradas excepciones y que sí experimentan cambios o bien éstos no llegan a ser nunca revolucionarios o bien son engullidos por el sistema social y por tanto desvirtuados en su esencia primaria.


La presión social ha evolucionado en un ambiente propicio para ello y a un ritmo siempre ascendente a medida que las sociedades de masas se hacían más grandes y complejas. Se encuentra presente en prácticamente todos los lugares del mundo y se da constantemente, pero su presencia no es advertida por casi nadie. Cuanto más grande, urbanizada y masificada es una sociedad, al mismo tiempo de que su desarrollo tecnológico es más complejo y avanzado, la presión a la que se ven sometidos los individuos que componen dicha sociedad se hace cada vez más intensa. Así, desde el mundo laboral hasta el mundo del entretenimiento, los individuos se ven obligados a actuar según la norma impuesta si no quieren ser relegados a la inadaptación o la miseria y todo por una cuestión anacrónica de supervivencia que a menudo es justificada. Pero lo peor no es eso. Dado que la norma social es exclusivista y reduccionista, desde que nacemos desarrolla un peligroso proceso que consiste en reprimir los valores más enteramente humanos al sobconsciente, lo que lleva al individuo a seguir a la masa en todos los ámbitos de la vida sin llegar a plantearse hacia dónde lo dirige ésta.


La presión social arrastra a los individuos hacia ideas conformadas como el progreso, la innovación tecnológica o el supuesto orden estatal. Pero no solo eso, también sirve para neutralizar cualquier posible tendencia opuesta a dichas ideas, es decir, la presión social impide que los individuos recuperen la cordura y puedan llegar a juzgar sus actos por medio de una nueva moral libre de cualquier condicionamiento impuesto por la masa.


Para demostrar que esto no es solamente una hipótesis que me he inventado se hace imprescindible poner algunos ejemplos que ratifiquen el poder de la presión social.


El más extendido de todos los ejemplos sería el que se refiere a la presión social en el mundo laboral. Cuando alguien se vé obligado a aceptar un trabajo que va en contra de sus ideales, la presión social es la responsable de que dichos ideales no perturben la importancia de dicha decisión. Pero la mayoría de las personas ni siquiera llegan a plantearse si el trabajo al que aspiran va en contra de sus ideales porque la presión social ha anulado cualquier posible presencia de dichos ideales.


En otro contexto, cuando alguien es cuestionado por sus hábitos alimenticios por comer animales y dado que el consumo de carne concretamente es un consumo de masas, salvo excepciones contadas, ese alguien se dejará llevar por la propia masa y seguirá consumiendo animales, incluso aunque manifieste dudas morales al respecto. En este caso, no es que esta persona carezca de voluntad o fortaleza psicológica para cambiar sus hábitos, sino que su voluntad es anulada por la presión social y el mayor de los miedos sería el de la inadaptación o el aislamiento. El culto por la belleza y la eterna juventud son potenciados por presión social. Las modas pasajeras, el referente del estatus y lo material, la presión del grupo, etc. son otros claros exponentes. En realidad, todas y cada una de las tomas de decisiones que se vean influidas por la masa son susceptibles de pasar por la guillotina de la presión social.


La presión social es un monstruo que anula y a la vez aliena las conciencias humanas; la presión social sirve de condicionamiento y sumisión sin que nadie tenga que dirigirla, de hecho, la presión social nunca es dirigida por nadie, pero es inmensamente más poderosa que cualquier intento de control humano: inhibe las posibilidades de análisis crítico, de pensamiento   trascendental, de desarrollo de las virtudes humanas; la presión social es algo etéreo que nadie puede ver ni sentir, y de ahí el gran peligro que esconde.


Aún así, la presión social no es infalible, contiene fisuras que pueden hacerla evitable al menos en parte, pero todo intento de vencerla ha de ser de forma individual, puesto que la razón de ser de la presión social y su capacidad de desarrollo es la masa y solo la masa, mientras que individualmente la presión social pierde todo su sentido. Aún así, entablar una lucha contra la presión social es todo un reto para aquellos que quieran trascender ésta época oscura de dominación humana contra todo lo que le rodea, pero no sólo es posible, sino necesario.