13 de abril de 2014

El sentido de la información

Ante el avance demencial de las nuevas formas tecnológicas de comunicación, los recursos informativos y los noticiarios han alcanzado el nivel de saturación en todos los medios en donde se difunden, hecho que nos obliga a preguntar qué sentido tiene tan abrumadora cantidad de información en un mundo como éste.

Obviamente y bien analizado, tal cantidad de información viene dada en una sociedad masificada y acelerada en la que cualquier cosa se mide en millones o billones y cuya necesidad de noticias es la misma que hace dos siglos se podía dar en otras sociedades mucho más pequeñas, como las poblaciones rurales. La cuestión es que si antes las noticias apenas eran compartidas por unas pocas personas y el medio por el que circulaban eran de viva voz, ahora las noticias más importantes llegan en pocos segundos a miles de millones de personas por medios mayoritariamente informáticos o audiovisuales.

Esto para muchos supuso un avance importante y cientos de ventajas, pero también acarrea serios problemas:

Primer problema: dichos medios están controlados por una ínfima minoría de empresas líderes de comunicación, encargadas de filtrar las noticias una a una y de seleccionar las más convenientes para su interés.

Segundo problema: dado que las noticias son sesgadas por las empresas líderes, el riesgo de interpretación e interés en la selección de noticias es evidente. Pero no solo eso, gracias a la multitud de posibilidades tecnológicas que ofrece la informática, el poder de manipulación, ocultación y distorsión de lo que es la realidad de los hechos que se quieren transmitir supone una ventaja para aquellos que están siempre en la posición de ofrecer noticias.

Tercer problema: exceso de información en internet. A menudo se dice que internet es como un refugio en el que la difusión de información es al menos más libre y democrática que cualquier otro medio de comunicación, pero esto no quiere decir que escape totalmente a los dos problemas expuestos arriba. Es más, puesto que internet es sin duda el medio más usado para la difusión de información, la saturación se hace más patente en este medio que en ningún otro y la falsa percepción como medio libre es fácilmente malentendida.

Independientemente de por dónde viaje la información, el resultado es que tenemos millones de noticias diversas sucedidas a miles de kilómetros que son contadas con importancia y prioridad  interesada y que en muchas ocasiones tienen la función de influir e incluso modificar las pautas de conducta del público receptor y de su análisis de la realidad, pero dado que el porcentaje de manipulación es casi total, el sujeto receptor se convierte en un receptor pasivo incapaz de desarrollar su sentido crítico y de cuestionar la veracidad de la información que recibe. Todo esto se complica más si intencionadamente se ofrece un bombardeo continuo de noticias cuya función es saturar la mente de las personas e incapacitarlas para filtrar noticias.

Pero, ¿cuáles son algunas de las consecuencias de la saturación de información en el mundo globalizado? Si comparamos las noticias que circulan a toda velocidad en cualquier ciudad o entre ciudades de todo el mundo con las noticias que corrían a viva voz en un pequeño núcleo de unos pocos habitantes encontramos enormes diferencias. En un pueblo, cualquier suceso trágico es tan cercano que enfrenta a los habitantes a una dura realidad. Al conocerse entre ellos, es más fácil ponerse en el lugar del otro y las noticias tienen un mayor sentido, además de un menor riesgo de control y manipulación.

A medida que las sociedades crecen y se inventa el periodismo, es inevitable una distorsión de las noticias. En primer lugar, en una ciudad, cualquier hecho importante o suceso tiende a darse lo suficientemente lejos como para no afectarnos o tiende a ocurrirle a cualquier persona que  no conocemos, porque como ya se sabe, en el mundo masificado nadie conoce a nadie, las personas se vuelven autómatas que transitan por las calles de forma acelerada e indiferente. Si esto puede aplicarse a una ciudad cualquiera no hablemos ya de una megaciudad, de un estado -o grupo de ciudades- o la información internacional entre países donde las distancias se miden por miles de kilómetros y donde el sujeto receptor apenas puede verse afectado de alguna forma por lo que suele ocurrir en lugares tan distantes entre sí. En estos casos, ¿para qué sirve tanta información? o mejor aún, ¿para qué sirve la información?

Históricamente, la información ha sido una necesidad desde la formación de las primeras sociedades, digamos que ha formado siempre parte de la naturaleza humana, además de que nació con un carácter neutral, pero la evolución ha querido que mientras sigue existiendo dicha necesidad, la información está perdiendo el carácter neutral de su esencia, y su sentido de cambio, al igual que otras formas de comunicación más nocivas e interesadas como la publicidad, cuya creación y necesidad ha sido consecuencia directa de las relaciones de competitividad del mercado. Así, mientras la publicidad ha tenido siempre un sentido interesado y concentrado únicamente en el poder, la información ha sido usurpada con los años por dicho poder y puesta en evidencia.

Volviendo a los núcleos reducidos de población, ya sean del pasado o del presente, la información tiene en sí muchas utilidades prácticas, porque en primer lugar tiende a ser de viva voz, en segundo lugar no está controlada por ningún medio interesado y en tercer lugar porque es tan cercana que todos se ven afectados. Si hay algo para lo que debería servir la información, si ésta tiene un sentido, es para provocar cambios en las conductas de las personas, algo posible en este tipo de núcleos pero harto improbable en las grandes ciudades donde la masificación se ha impuesto como norma primera de adaptación. Por tanto, ¿qué sentido tendría aquí la información si con ella no se pueden siquiera provocar cambios, más si cabe cuando dicha información está controlada por unos pocos medios al servicio del poder? La información se convierte así en un recurso del propio poder que solo sirve para perpetuarse. Poco importa para esto el contenido de las noticias de las que hablamos, de si son hechos políticos, económicos o sociales, de si son sucesos de asesinatos o accidentes de tráfico.

Precisamente, como decimos, la información de hoy en día sufre un altísimo grado de interés de manipulación y ocultación por parte de quienes la controlan y cuyos objetivos son ofrecer un alto nivel de información que provoque la saturación social para mantener el status quo inviolable, y la falsa idea del progreso estable, bloqueando así cualquier posibilidad de cambio y menos aún cualquier posibilidad de transformación social que derribe el orden existente.

Por desgracia, no se puede hablar de una información alternativa en núcleos tan masificados como las grandes ciudades que forman el mundo globalizado, en donde el único medio de transmisión es tecnológico, precisamente porque la única opción es tecnológica y dicha opción solo favorece el carácter sesgado de la propia comunicación. Esto quiere decir que mientras no haya otra forma de difundir la información, la alternativa no tendrá nunca ningún sentido y dicha forma es incompatible con el mundo urbanizado, sencillamente, ya no existe.

Para recuperar la esencia de la información veraz y neutral son muy pocos los caminos pero los que son, deben ser profundos y radicales -cuestionan cambios desde la raíz-: no necesariamente en este orden, estos caminos empiezan por la desmasificación, la desurbanización y la destecnologización, que a la vez son conceptos claramente transformadores y revitalizadores porque cuestionan directamente la esencia interesada de la información y todas las formas de comunicación además de su intencionada negación de cambiar el orden de las cosas.

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