12 de junio de 2014

De vueltas con el fútbol (2ª parte). Fenómeno de masas

En la primera parte de esta nueva crítica comparábamos al fútbol con los efectos de las religiones en la historia, hasta el punto que lo hemos considerado como una nueva forma de religión moderna. Ahora es el momento de poner las cosas en su sitio en forma de advertencia: el fútbol no es sólo una religión moderna, tampoco es sólo un gran negocio como pocos formado por miles de empresas que genera y mueve legal e ilegalmente millones de euros en todo el mundo, contribuyendo sobradamente a la perpetuación de un sistema económico corrupto en su esencia. El fútbol es algo más peligroso que eso, es la degradación de todo lo humano, porque es una de las muchas formas de fenómeno de masa que solamente puede darse como tal en las sociedades de masas.

Como acabamos de anticipar, el fútbol es un fenómeno inherente a las sociedades de masas, y esto quiere decir que se ha desarrollado con la formación y evolución de las mismas; aun así, hay que dejar claro que el fenómeno en sí es una consecuencia directa de la sociedad de masas, que sólo puede darse cuando ésta se forma y no al revés.

Como fenómeno de masa dirigida, el fútbol consigue reunir a millones de personas en lugares y momentos concretos pendientes de la televisión y no solo eso, consigue que incluso fuera del horario habitual de los partidos, millones de personas continúen pendientes del fútbol. Es más, la pasión que desata este fenómeno social es tan desmedida que consigue que muchas de estas personas queden atrapadas por él y no sean capaces de analizarlo objetivamente. Esto significa que incluso antes y después de cada partido, millones de personas hablan de fútbol a todas horas, desviando al mismo tiempo la atención de otros asuntos, a buen seguro, más importantes que una competición deportiva. Y no solo nos referimos a asuntos políticos o sociales, asuntos que normalmente son importantes porque suelen afectar directamente a la vida de las personas, sino a otros asuntos igual de importantes pero ocultos como la destrucción medioambiental o el holocausto de millones de animales, motivado en gran parte por los fenómenos de masa. De hecho, queda sobradamente demostrado que todo fenómeno de masa se suele formar por la expresión de la barbarie, la irracionalidad, el exclusivismo hedonista o el culto por el progreso, entre otros factores, sin que tengan que reunir todos a la vez.

Como fenómeno de masa, el fútbol crea el aborregamiento de las personas, que sería el equivalente culto de afirmar que crea su alienación, es decir, su potencial estriba en la dirección de las masas por parte del poder como si fueran rebaños de ovejas fácilmente de guiar hacia su propio interés, distrayéndolas de cualquier asunto crucial, privando cualquier atisbo revolucionario o de simple cuestionamiento  de lo establecido, y lo que es fundamental, alinear adeptos y fieles que no se den cuenta nunca de que apoyar el fútbol es apoyar el poder.

Aunque no se debe limitar el fenómeno de masa como algo exclusivo de la era moderna, ya que se puede hablar con rigor de que religiones tan antiguas como el cristianismo o el islam ya fueron auténticos fenómenos de masa intencionadamente dirigidos, sí que se puede hablar como algo que se extiende de forma homogénea en la época postmoderna o era industrial, en donde la masificación en ciudades es un signo evidente y propiciatorio. Es además cuando se consolida definitivamente la sociedad de masas mediante un evidente proceso repetido de factores en tiempos muy próximos y en las zonas más opulentas del planeta: desruralización, urbanismo a gran escala, concentración con ritmo ascendente de personas desconocidas en espacios pequeños (masificación), creación y extensión de estados burocratizados, progreso industrial y tecnológico, sistema de competitividad y sistema de productividad y consumo. El fútbol las cumple sin omisión alguna, y a pesar de que se diga que es un deporte, antes que deporte es consumismo frenético, gran negocio, capitalismo, antiecologismo y fenómeno de masas.

El fútbol es una forma evidente de consumismo ya sea viéndolo en directo o en la televisión, medios idóneos para insertar miles de anuncios que incitan a los espectadores a más consumo. Además, el fútbol se nutre de la promoción de miles de artículos que mediante estrategias publicitarias engañosas aprovechan las grandes competiciones para bombardear no sólo a los adeptos, sino incluso a quienes no les interesa lo más mínimo. Por supuesto, cualquier estrategia publicitaria es dirigida a todo el mundo, porque todo el mundo es susceptible de caer en sus garras y el fútbol es un medio con un potencial inmenso.  

El fútbol fomenta el sentido de la competitividad que es a su vez el sentido básico del sistema económico imperante, y esto no puede ser casual. Aunque a priori son equipos y selecciones de países los que compiten entre sí, a menudo, dichos equipos representan auténticos grupos empresariales que además operan en otros sectores económicos. Se podrá decir que todos los deportes tienen en común la competición y así es, pero ¿por qué la competitividad ha llegado a ser en casi todos ellos lo prioritario? El fenómeno de masa lo puede explicar a la perfección, porque sin competitividad no habría rivalidad entre clubes, ni pasiones desatadas, ni fanatismo, ni euforia colectiva, ni patriotismo. Es por tanto el fenómeno de masa el que pide y justifica el sentido de la competitividad olvidando el sentido del deporte por su pura esencia de simple movimiento para el bienestar de la salud física y psíquica.

El fútbol fomenta valores tan retrógrados como la barbarie, la violencia, la euforia colectiva, el sentido de la gloria, de la supremacía y la rivalidad, el poder, el desahogo, el mal menor y el orgullo local y nacional, pero por otra parte contribuye sin duda y gracias al sistema productivista-consumista al culto del progreso. Esto, que podría presentarse como una incuestionable paradoja, explica sin embargo cómo los fenómenos de masa contribuyen de forma definitiva a perpetuar la idea del progreso, precisamente porque las masas pueden expresar la irracionalidad por un lado y las ansias de consumo por el otro, pueden expresar su lado más visceral al mismo tiempo que exigen innovación. Esta dicotomía, que en esencia presenta sentimientos opuestos, es sin embargo una de las características propias de la modernidad, la mezcla repetida de sentimientos de tradición con los de progreso y no tiene porqué anular de modo alguno el culto por el progreso que se viene dando desde hace miles de años.  

Esto no quiere decir que el fútbol forme parte de la naturaleza humana por la cantidad de valores retrógrados que fomenta, como parece que quiso decir alguien en uno de los comentarios que se hicieron defendiendo este fenómeno. De hecho, es muy difícil hablar a estas alturas de que pueda existir una naturaleza humana concreta, debido a la cantidad de desviaciones evolutivas culturales que gracias a más por las circunstancias que por la voluntad se han dado en la historia de la humanidad. Y en caso de existir es más factible encontrarla en estados primarios de evolución ausentes prácticamente de cultura que no en estados modernos, en donde el ser humano se empeña constantemente en alejarse de la naturaleza creando mundos virtuales que extrañan cada vez más su esencia más natural. Al caso quiero añadir que en este blog se distingue claramente lo que puede definirse como naturaleza humana -aquí no lo haremos por la propia duda de su existencia, salvo en el estado más primario- y la naturaleza de las diferentes especies animales que apenas han sido influenciadas por circunstancias tan especiales como las de la especie humana.

Por supuesto, el fútbol no es el único fenómeno de masa moderno ya que existen otros como la el consumismo en general, la televisión, la tecnología, la moda, el tráfico rodado, el turismo, otros deportes o incluso la religión tradicional, que aunque es un fenómeno muchísimo más antiguo no deja de conservar y mover a millones de fieles en todo el mundo. Con todo, y a pesar de lo cuál, estamos en situación de afirmar que el fútbol es uno de los fenómenos de masa más extendido y que afecta a un mayor número de países en el mundo, pero además es uno de los fenómenos de masa más dañino que afecta gravemente la transformación de una nueva sociedad humana que pueda integrarse en el medio natural y que esté fundada en su respeto absoluto, cuestionando la idea del progreso en todas sus formas. Dicha sociedad, aunque resulte obvio decirlo, debe tender a cuestionar y eliminar la formación de sociedades de masas y de los fenómenos que las sostienen como aspecto de incompatibilidad con el equilibrio natural y como contribución drástica de la degradación humana.

a.

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