25 de febrero de 2015

Objeción a la publicidad

La dignidad de las personas está sometida a un ataque continuo y permanente que tiene como objetivo la represión total o parcial de su voluntad. Un sistema basado en la vertiginosa transformación de toda esencia humana hacia un mundo artificial y virtual donde las máquinas gobiernan cada vez más. Un sistema donde grandes grupos de poder, víctimas de esta transformación, se han dedicado durante milenios a influenciar y modelar a otros grupos subordinados, pero que a la vez son también grupos de poder que subordinan a otros. Y así, esto representaría una pirámide, en donde la dominación de los unos por los otros ha desembocado en la norma social.

La herramienta más utilizada por todos los grupos de poder con el fin de captar adeptos es la publicidad. Una industria que mueve en dinero miles de millones y por cuyos disvalores muchísimas personas, representantes de grandes grupos multinacionales estarían dispuestos a ejercer la fuerza sin ningún reparo.

Esta industria se ha impuesto en concordancia con la evolución del mercado capitalista y sus leyes aparejadas de productividad, consumo y competitividad, erigiéndose como una pieza clave para la retroalimentación de estas leyes y su perpetuidad. También ha crecido con la evolución del sistema tecnoindustrial, el sistema de urbanismo y la globalización, que no es más que la invasión, transformación o aniquilación de las culturas tradicionales y de los pueblos locales.

Pero la publicidad no solo se reduce al plano de lo comercial. Por extensión ha invadido todos los ámbitos de la vida, contribuyendo a crear un estilo de vida social predeterminado en un período de tiempo relativamente corto de apenas un siglo y medio. El deporte, la cultura, el arte, la religión, la ciencia e incluso el mundo de las ideas, se aprovechan también de ello como un medio elemental para su subsistencia y en muchas ocasiones acaban adoptando inevitablemente fines comerciales.

Todo sujeto físico contribuye de una u otra forma al mantenimiento de la publicidad y por tanto al engaño de aquellos a quienes va dirigida al igual que de sí mismo. Por una parte, el estado como ente que se erige en el protector de millones de personas reclutadas para servirle y que se autodefine de forma mentirosa como público y gratuito, ya sea las instituciones que lo representan, ya sea el inmenso aparato para adoctrinar, las escuelas, los centros del sistema sanitario, sistema de comunicación, etc. Por otra parte, las empresas privadas que abarcan todos los ámbitos de la vida. Y por último, el mundo de las asociaciones de toda índole y los particulares que en mayor o menor grado y a menudo de forma involuntaria están haciendo uso de la publicidad como forma de darse a conocer y ejercer algún tipo de influencia en los demás.

No vamos a entrar aquí en quién llega a más personas. Evidentemente quienes poseen más cantidad de dinero, mayores serán las inversiones que destinarán a la publicidad si quieren ser competentes y obtener beneficios.

Uno de los mayores problemas de la sociedad capitalista y competidora es que ve la publicidad como un instrumento legítimo e incluso moral, formando expertos en técnicas de marketing que serán los verdaderos garantes de esta industria. Al margen de esta visión omnipotente, la publicidad atenta de forma grave contra la dignidad humana porque alienta la competición en contra de la cooperación (fomenta la idea de que o te aprovechas del de abajo o se aprovechan de ti, o como decir todos contra todos), incita al consumo irracional e irrefrenable, inventa necesidades triviales, inventa la obsolescencia de los productos, favorece la corrupción no sólo política,  contribuye a la destrucción del medioambiente, potencia la aparición de nuevas modas casi siempre estúpidas, induce engaños descarados entre las personas, crea una falsa imagen, tiende a la universalización, al pensamiento único y homogéneo.

Por lo tanto, expuesto el peligro de esta poderosa industria, a aquellas mentes pensantes solo les queda la objeción.

Sabemos lo difícil que resulta escapar a la omnipresencia de los anuncios publicitarios, por eso supone todo un reto evitar mirarlos. Solo el hecho de ir andando por la calle, aún sin estar en una zona no comercial supone caer en las redes del reclamo publicitario mediante carteles de todo tipo. Con todo, el hecho de que inevitablemente nuestros ojos se crucen con anuncio no tiene porqué ser malo si somos capaces de advertir a nuestra mente de que está viendo algo nocivo y cuyo fin es eliminarlo inmediatamente. Aún así, hay situaciones o lugares en que es más fácil escapar:

-Si ves la televisión, cambia de canal en cuanto aparezcan anuncios, aunque lo mejor es no tener televisión. Lo mismo para la radio, periódicos y revistas.

-En internet rechaza todos los envíos que te ofrezcan de publicidad, cuando aparezcan ventanas publicitarias vete directamente a cerrar, aunque lo mejor es no tener internet ni ordenador.

-Cuando te llamen por teléfono vendiéndote cosas, rechaza las llamadas, solo tratan de engañarte diciéndote que es gratis, pero nada es gratis, todo responde a estrategias de ventas. Si quieres explicarle el porqué al operador no está de más, aunque seguro pierdes el tiempo.

-Cuando vayan a tu casa comerciales de las compañías eléctricas u otras personas haciendo proselitismo como los testigos de jehová, ni les abras y si lo haces diles que ya está bien de engaños, que tienes tu dignidad.

-En la calle o en el metro evita dirigir la mirada a los carteles publicitarios. Evita zonas y centros comerciales en donde la publicidad se te mete hasta en las entrañas tratando de aniquilar tu voluntad. Evita aquellas personas que quieren venderte cosas. Diles textualmente que no quieres que te engañen.

Pero hay otras formas de rechazar la publicidad mediante actos voluntarios:

-Elimina la propaganda comercial en coches, portales, etc. Tira a las papeleras toda la propaganda que te den en la calle. Esto es una acción legítima y muy digna. Si es posible,  transforma esta propaganda en mensajes no comerciales, que digan la verdad y que cuestionen nuestros actos.

2 comentarios:

  1. He leído tu articulo y creo que es cierta parte tienes mucha razón pero en otra parte no, creo que es muy neurótico no caminar en alguna parte porque hay un cartel comercial, ellos no te convencen , te persuaden y por ende depende de cada persona si hacerle caso o no.
    Creo que esto en vestimenta no afecta tanto como por ejemplo una comida.. ¿Porque? Simple , te venden algo que le hace daño a tu cuerpo.
    Ejemplo mcdonnal, la cocacola y esas cosas.
    Soy activista , y creo que ahí hay un engaño, te venden algo que no es así, te dicen que la carne del animal murió en buenas condiciones y sin sufrimiento. Bueno eso es el más claro ejemplo.
    La publicidad suele mentir porque si te dijeran la verdad quizás no la comprarias(como un remedio que antes fue utilizado en animales)
    Creo que la única cosa que puede cambiar esto es primero cambiar la ignorancia.
    Si sabes y te informas nadie te matera el dedo en la boca.

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  2. Textualmente dice: "evitar mirar carteles publicitarios". Se entiende dentro de lo posible, porque es muy difícl escapar a ese poder. En este caso persuadir y convencer entran dentro de la misma intención: te persuaden mediante miles de técnicas hasta que finalmente te convencen de que sus productos son buenos e incluso éticos. Esto sí que es neurótico y en general, el modo de vida que hemos creado todos.

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