12 de junio de 2016

La abolición de la esclavitud animal es una lucha ideológica y social

A menudo mucha gente cree que dejar de comer animales o de usarlos en general para nuestro beneficio se trata de una opción personal que cada persona elige en su vida. Esto sería como si hace siglos dejar de comprar esclavos para beneficio de los amos también fuera una elección personal. Evidentemente se trata de un grave error, ya que usar a un ser vivo, sea animal o humano en beneficio propio, es un acto de violencia que se agrava más en el contexto en que vivimos por haber sido llevada al extremo de la esclavitud y el holocausto. En este caso como en muchos otros no tiene importancia cómo y porqué se ha llegado a esto, sino el hecho mismo de que se ha llegado y peor aún el hecho de que la mayoría de humanos permite e incluso apoya que los animales tengan que ser esclavizados para su beneficio. Cierto es que muchos animales humanos también siguen siendo esclavos aún a pesar de que ya hace tiempo que supuestamente se abolió la esclavitud humana, pero dado que ningún occidental considera que esclavizar humanos sea hoy una opción personal, dejaremos este hecho al margen de la otra creencia que ahora nos atañe.

La creencia basada en “dejar de usar animales es una opción personal” se cimenta fundamentalmente en el antropocentrismo reinante, la ideología que defiende históricamente  la inferioridad de los animales en relación a los humanos o dicho de otro modo igual de correcto: la ideología que defiende el abuso del fuerte sobre el débil, o del semejante frente al diferente. Quienes deciden rebelarse ante esta creencia imperante practicando y propagando un estilo de vida que pretende abstenerse de usar animales, llamado veganismo, fueron al principio extraños y sectarios -como los primeros abolicionistas de esclavos humanos-, para más adelante hacerse oír en diversos ámbitos difundiendo además sus argumentos, llegando cada vez a más personas. Entonces la gente ya no ve al vegano como un extraño, sino alguien a respetar, no solo por sus razonamientos éticos y ecológicos sino por los referentes a la salud humana, avalados por cada vez más nutricionistas que recomiendan una dieta eminentemente vegetariana en detrimento de la carne.

Hasta ahí bien, porque si antes los carnistas podían ridiculizar al vegetariano mediante bromas macabras o anuncios perversos, ahora hacerlo ya no está bien visto y como mucho los más fanáticos y acérrimos de la carne se dedican a desacreditar a los veganos tachándolos a su vez de fanáticos. Con todo, poco tienen que temer, ya que al parecer ha calado hondo en la sociedad el hecho de que hacerse vegetariano o vegano es una opción personal como el que decide vestir de una determinada forma, practicar cualquier deporte, dejar de fumar o beber, etc.

Evidentemente “elegir la opción” de seguir comiendo animales sabiendo que con ello se está contribuyendo al sufrimiento perpetuo de miles de millones de ellos en el mundo, es un acto susceptible de crítica y condena que además se agrava por los restantes efectos no solo éticos que se derivan del consumo de animales en general como la salud o el medioambiente (principalmente en el ámbito de la alimentación, que supone la inmensa mayoría del consumo).


Por desgracia cierta tendencia condescendiente por parte de quienes defienden a los animales ha ayudado en buena parte a que se refuerce la creencia de la opción personal. Esto es porque en el movimiento por los derechos de los animales se ha dado últimamente más importancia a cuestiones referentes a los cambios de hábitos (es decir, cuestiones eminentemente prácticas) que a cuestiones ideológicas y sociales. En estos ambientes se habla más de veganismo que de abolición o esclavitud y lo que ha entendido mayoritariamente el público receptor es que el veganismo es una opción personal además de respetable, deduciendo a la vez que consumir animales (y usarlos en general) también debe de serlo, o dicho de igual modo, consentir que se esclavicen, asesinen y torturen animales para nuestro beneficio es una opción personal tan respetable como la decisión de rechazar estas acciones. Para los carnistas ambas elecciones son válidas. Pero, ¿son igual de éticas? Obviamente no.

Por el contrario, el mensaje debe ser tajante: la abolición de la esclavitud animal debe estar por encima de cualquier referencia de cambio en los hábitos cotidianos, a pesar de que en la práctica existe una relación evidente. La lucha por la abolición de la esclavitud animal está en el mismo orden de cosas que lo estuvo antes la abolición de la esclavitud humana, o el cuestionamiento del patriarcado, es decir, son luchas que plantean un problema de relación social entre miembros de una sociedad, máxime cuando dicha sociedad parece caminar hacia la justicia social y la solidaridad para con los desfavorecidos. (Sin embargo, debe decirse que las sociedades de masas eminentemente industriales presentan problemas de tipo estructural que continuamente propician un contexto de desigualdad e injusticia a nivel global entre los humanos -mucho menos el cuestionamiento moral de seguir consumiendo animales a pesar de que para ello se les deba esclavizar y someter a un sufrimiento continuo- y que por otra parte dichas relaciones basadas en un sistema económico de competencia y crecimiento ilimitado además provocan daños medioambientales irrecuperables y el más que probable agotamiento de los recursos naturales). Solamente cuando una parte de la sociedad cambia determinantemente sus ideas en base a algo y en consecuencia sus hábitos de vida, entonces la industria cede y se amolda a dichos cambios en único interés del beneficio económico.

El problema reside probablemente en la consideración que todavía se tiene de ciertos animales como meros recursos a los que se les puede explotar sin que se encuentre ningún dilema moral al hacerlo. En efecto, a todos nos educaron para creer firmemente en esto. Pero es precisamente esta cuestión la que debe empezar a cambiar y solamente puede hacerse cambiando radicalmente la idea general de dicha creencia, es decir, desmintiendo que los animales son recursos sino vidas sometidas a un régimen de esclavitud y como tal solo vale la abolición de dicho régimen. No vale tampoco contentarse con aceptar fórmulas de esclavizarlos menos o que se haga de una forma menos cruel como reclaman algunos llamados bienestaristas -ningún humano que se hallara en condiciones de esclavitud aceptaría ningún trato sobre su libertad física-.  Esto debe hacerse por tanto presentándolo como un problema moral al mismo tiempo que social, pero nunca como una opción personal recomendable. Debe entenderse a la vez que esto se reduce únicamente al mensaje a difundir, porque obviamente existirá una relación práctica y directa entre sumarse a la abolición y abstenerse de usar animales -incluido el acto de comerlos-. Pero el mensaje general a la sociedad debe ser claro: abolición de la esclavitud animal sin ambages ni rodeos para que nadie pueda entender que se trata de una opción personal.

Como ya hemos dicho tampoco valen mensajes de bienestarismo o regulación de las leyes para modificar las condiciones de los animales, sobre todo por dos razones: la primera es la duda de que estratégicamente resulte a la larga favorable para los animales; si bien algunos defenderían esto como un camino hacia la abolición podría bien tener el efecto contrario, pues hay que tener en cuenta que mientras se sigan explotando animales para alimentar a una sociedad de masas, estos siempre serán considerados como recursos de la industria y por muchas leyes que se modifiquen dichos recursos obedecerán solamente a las leyes del mercado, los animales seguirán siendo recursos. La segunda es que si efectivamente existiera un método para tener a todos los animales en condiciones supuestamente felices y en libertad pastando por el campo, esto no sería viable para alimentar a millones de humanos, a menos que hubieran reducido al mínimo sus raciones de carne, en cuyo caso no sería un negocio rentable ni siquiera para la ganadería extensiva y dicha práctica dejaría de tener sentido.  

Evidentemente, siempre habrá una enorme cantidad de carnistas que entiendan esto como una imposición, pero eso debería de importar menos, pues también había multitud de esclavistas blancos que se opusieron a los primeros abolicionistas y los tildaron de locos. Lo que se trata es de hacer ver que usar animales como recursos no debe ser en ningún caso una opción personal, sino más bien un problema a resolver por todos y cada uno de los humanos que contribuimos a ello. Al mismo tiempo hay que hacer ver que es un problema que tendría una simple solución: la abstención de consumir animales y para ello habría que desmentir los mitos extendidos, aduciendo que nadie se ha muerto por dejar de comer carne ni siquiera ha enfermado, es más, en general todo el que deja la carne y se hace vegetariano o vegano mejora su salud y que eso sí, debería hacerse mejor de forma gradual, pero con voluntad para colaborar.