14 de marzo de 2017

El progreso, un proceso contra natura

Desde tiempos remotos, el ser humano ha progresado, incluso en la larga y supuestamente estática época primitiva también lo hizo, aunque más lentamente. Todos y cada uno de los pasos que hemos ido dando han ido siempre en esa dirección y todos y cada uno de ellos han posibilitado cambios que a su vez posibilitaban más cambios. La era primitiva fue larga y lenta, los cambios se producían de forma gradual, los humanos que había eran nómadas y recolectores y eventualmente cazadores. Durante cientos de miles de años llevaron una economía básica de supervivencia, migraban con lentitud buscando mejor clima o tierras, explorando zonas vírgenes y vivían en pequeños grupos de población aislados unos de otros. Así, la población crecía muy lentamente, pero crecía, el cerebro se desarrollaba poco, pero se desarrollaba. Y aunque fuera lentamente, de alguna forma el ser humano primitivo empezaba a transformar el ambiente, como ejemplo baste decir que numerosas pruebas antropológicas sugieren que la especialización de la caza pudo motivar probablemente la extinción de grandes mamíferos del Pleistoceno como los mamuts.

Llegado el Neolítico ocurrió el primer gran cambio significativo: la economía pasó de ser de subsistencia a una economía productivista en pocos milenios, con ello cada vez más grupos se hicieron sedentarios, estableciéndose en poblados cada vez más grandes. Sin duda esto hizo aumentar la población y el contacto entre grupos, que por un lado motivó la transmisión cultural, pero por otro, trajo los primeros grandes conflictos entre clanes, que empezaban a competir por tierras, animales y esclavos. Poco a poco, pero cada vez más rápido, las sociedades se volvieron más complejas y las más grandes y avanzadas derrotaban a los grupos aún tribales, aún mayoritarios, absorbiendo a sus miembros en forma de esclavos. Así, surgieron a su vez sistemas de jerarquía cada vez más fuertes y eficaces y con ello, en poco tiempo, los grandes imperios con sus pertinentes conquistas.

El progreso estaba ya lanzado, se empezaban a formar las primeras ciudades, cunas de los primeros imperios: Sumeria, Fenicia, Mesopotamia, Persia, Egipto. Después, vendrían Grecia, Roma  y poco más tarde el Imperio español, holandés y francés. La población se contaba ya por millones en todo el mundo y el saqueo de los recursos naturales empezaba ya a hacer mella en el medio natural.

Pero no fue hasta entrado el siglo XIX cuando acaeció el segundo gran cambio significativo con la llegada de la era industrial y del petróleo, haciendo del progreso la auténtica razón de ser de la humanidad. Las ciudades se hacían inmensas, albergando a millones de individuos que formaban las primeras sociedades de masas. Los estados -naciones se consolidanan como garantes del orden y la ley, además de ejercer todo el poder sobre los ciudadanos. El trabajo en cadena preeminentemente industrial se imponía en los países post-imperialistas y la economía de libre mercado establecía el dinero como la primera razón para crecer de forma ilimitada. La población mundial se duplicaba en pocas décadas llegando a la astronómica cifra de siete mil millones de la actualidad. Es en esta época cuando el progreso se extiende y se justifica como si fuera el propósito por el cuál el ser humano ha colonizado la Tierra. Incluso se llegó a decir al princpio que el progreso traería la paz y la prosperidad a todo el mundo, acabando con la miseria y con las guerras y todavía hay muchos que así lo creen. Sin embargo, hoy, solo unos pocos pueden darse cuenta del inmenso daño que está provocando la imperante ideología del progreso y el crecimiento económico. 

El progreso no solo no ha traído  la paz y prosperidad que se prometió, sino todo lo contrario. El progreso ha creado el capitalismo, un sistema que todo lo basa en el beneficio económico ilimitado, cuyo "mayor logro" es la sobreexplotación de los recursos naturales de los países colonizados, creando en pocas décadas desorbitadas desigualdes entre las personas y condenando al hambre y los perpetuos conflictos armados a sus habitantes. Pero el progreso no solo mata por hambre o guerra a millones de personas que han tenido la mala suerte de nacer en el lugar colonizado, sino que mata indirectamente a los habitantes de los países ricos creándoles enfermedades por alimentación basura y adictiva, mediante el consumo de drogas de todo tipo, incluidas las tecnológicas o por accidentes, presentados como daños colaterales del progreso. 

Por desgracia,  el impacto negativo del progreso no solo repercute en el humano sino también en el resto de seres vivos no humanos. El progreso ha condenado a la violencia y muerte sistemática de millones de animales que se consumen para comer u otros usos, pero sobre todo para comer. Claro, cuando se prometió paz para todos, no se referían a los animales. Y por último, y sin salir del impacto en el medio natural, el progreso es el responsable directo de la destrucción diaria de miles de hectáreas de espacio natural, con las funestas consecuencias que esto tiene para millones de organismos, tanto del mundo vegetal como animal e incluso humano no civilizado. Con todo, millones de personas siguen viviendo engañadas en pos del progreso, responsables del crimen natural y paradójicamente ignorantes de que están cavando su propia tumba y la de sus futuros hijos.

Tras esta breve exposición de lo que ha supuesto el fenómeno maldito del progreso, pasaremos a argumentar porqué esta tendencia tan poderosa no solo es peligrosa y destructiva para el resto de seres vivos sino que va contra natura, es decir, se extiende en contra de la naturaleza. Para ello expondré varias premisas que lo demuestran:

En primer lugar, cabe decir que el progreso se ha forjado con los siglos haciéndose cada vez más fuerte y poderoso, embaucando a millones de humanos en su osadía. Sin embargo, en la naturaleza ninguna especie animal y menos vegetal ha desarrollado jamás un comportamiento parecido, la evolución, como ya afirmó el biólogo Stephen Jay Gould, no tiene ninguna dirección concreta, solo supone cambio, ni progresa ni retrocede, al menos en términos generales. Es evidente que el ser humano se ha salido claramente de esta tendencia con esa carrera desbocada hacia la sobreexplotación. Así pues, el progreso de la humanidad como fenómeno predominante está en claro conflicto con la evolución de las especies y la selección natural.

Otro factor contra natura del progreso es el desbocado incremento de la población humana, siendo el factor demográfico quizás el resultado más notable del mismo y que además justifica el círculo vicioso que esconde este fenómeno social. Ningún ser vivo ha crecido jamás tanto en número como para crear un desbarajuste serio en el planeta, modificando las condiciones esenciales para la vida, incuido el clima. Tan solo las bacterias y los virus podrían ser más numerosos, incluso los insectos, pero aún siendo los primeros organismos parasitarios su elevado número no provoca ni mucho menos el impacto destructivo que provoca el ser humano en la Tierra (a no ser que nuestra especie fuera considerada una clase de virus). Esto se entiende porque el ser humano en su desarrollo intelectual se ha salido de la cadena trófica natural en la que estaba inmerso cuando era más animal que humano, y si bien antes tenía depredadores que de alguna forma mantenían a raya su número, ahora carece de ellos, convirtiéndose con ello solo en depredador. Además, los animales depredadores apenas se alimentan de unas pocas especies sin modificar el ambiente en absoluto, mientras que el depredador humano se alimenta de cientos de especies diferentes transformándolo todo a su antojo, provocando con ello la destrucción indirecta de otras especies de animales y cuando no es por alimento es por decenas de necesidades superfluas. Son muchos biólogos los que hablan de esto como la sexta gran extinción masiva y a diferencia de las otras grandes cinco extinciones del pasado, es muy probable que la causa de la actual esté relacionada con el modo de vida de una sola especie, la humana.

El aumento generalizado de la media de vida es otro factor claro que va contra la naturaleza y muchos de los que lean esto pondrán el grito en el cielo.  Si lo hacen es porque son defensores a ultranza del progreso, ya que solo éste ha logrado que se vivan más años y en especial el progreso de los últimos doscientos años con el avance de la medicina convencional y la tecnología. Pero ni la medecina convencional ni la tecnología son hechos naturales sino artificiales y aumentar la media de vida bajo estos medios no tiene ningún mérito, es como hacer trampas. Por otro lado, el aumento de la media de vida ha contribuido claramente al aumento poblacional. El ser humano vive más años en general, pero ¿a costa de qué? ¿y para qué? En la antigüedad la media de vida apenas llegaba a los cuarenta años y nadie estaba preocupado por ello, a pesar de que algunos se salían de la media y podían llegar hasta los setenta u ochenta años. Solo cuando la ideología del progreso ha sido motivo de culto la gente ha empezado a preocuparse por cumplir más años, e incluso los más visionarios y alocados de alcanzar un día la inmortalidad del cuerpo. En la naturaleza ningún ser vivo ha superado jamás su media de vida ni se ha preocupado en hacerlo, porque de hecho a la naturaleza no le conviene en absoluto que algo así les sucediera a muchas especies, iría contra natura. Nuevamente solo una se ha salido de la norma general. 

Valores tan ligados al progreso como la búsqueda de  la felicidad son exclusivamente humanos, en la naturaleza nadie se preocupa de ser feliz, ni siquiera de tener una vida colmada de placeres. De hecho, hay pruebas de que lo opuesto al placer, el dolor, es un motivo mayor de evolución (no de progreso) ya que ayuda a la supervivencia y perpetuidad de las especies. En la naturaleza, los seres vivos luchan permanente y únicamentemente por estos dos factores y una especie que buscara la felcidad permanente no podría durar mucho y de hecho la única que lo hace parece querer estar buscándose un final triste y rápido. Ciñéndonos a los animales como únicos seres que podemos afirmar con seguridad que tienen conciencia, es evidente que buscan huir del dolor y en muchas ocasiones buscan estados de tranquilidad, juego y placer, pero estos estados no entran en conflicto con los estados de alerta o protección necesarios para la supervivencia. De hecho, la mayor parte del tiempo lo ocupan en buscar alimentos y en aparearse, los dos factores claves para la supervivencia y la perpetuación de la espcie. Tanto se ha alejado el ser humano de la naturaleza que ya no la teme, y peor aún, ya no tiene que preocuparse de su supervivencia, por lo que puede dedicarse a buscar cosas triviales como la felicidad permanente o la diversión sin límites pero siempre como partes subordinadas al progreso, el motor que lo hace posible. La pregunta es, ¿le ayudará esto a sobrevivir mucho tiempo?  

Por último, pero en clara relación con las anteriores, el progreso de la humanidad ha contribuido y contribuye de forma unánime a la destrucción de la naturaleza, y cada vez en mayor medida, dado que cada vez hay más humanos en el planeta y cada vez más humanos se suman al consumo desmedido de Occidente. La ideologíoa del progreso ha logrado extender la absurda creencia de que miles de millones de humanos pueden vivir para siempre al ritmo que lo están haciendo y para ello, se ha valido de ideologías subordinadas como el materialismo, el consumismo y el ya mencionado hedonismo. Pero este ritmo de vida supone el exterminio de millones de organismos tanto animales como vegetales, en lo que algunos ecólogos se refieren a ello como una pérdida irreversible de la biodiversidad de la Tierra, necesaria para que los ecosistemas vitales sigan funcionando. Es decir que para que millones de humanos puedan vivir como lo están haciendo ahora muchos más millones de seres vivos tienen que morir e incluso malvivir hasta morir.

A pesar de que pueda paracer que el progreso permite a la gente llevar una vida normalizada o al menos así lo creen sus defensores, los más engañados, es sin duda un modo de vida no solo destructivo con el resto de organismos sino consigo mismo, un modo de vida claramente suicida y algunos expertos ya han hablado de que si todo sigue como hasta ahora, las posibilidades de una extinción humana aumentan drásticamente. Aunque siendo objetivos no sería tan grave, se estima que cada año se extinguen entre 10.000 y 50.000 especies. Con todo, es necesario decir que todavía ningún biólogo ni paleontólogo ha corroborado que ninguna especie se haya extinguido jamás por un comportamiento claramente autodestructivo, sino por circunstancias totalmente ajenas a ellas. 

Expuestas esta serie de premisas a modo de conclusión surgirían varias preguntas sobre el progreso, ¿Es esta tendencia ihenerente al ser humano? Si queda demostrado que desde tiempos remotos el ser humano ha progresado, entonces la respuesta es sí -incluso en los períodos que lo haya hecho muy lentamente-. ¿Es por tanto el progreso inherente a la naturaleza humana? Probablemente lo sea. ¿Podría escapar de él? Actualmente no puede, y solo en un futuro remoto en el que el modo de vida actual haya desaparecido y solo quedaran unos pocos humanos, éstos podrían a voluntad llevar una vida libre de progreso, agrupados en sociedades minúsculas y sencillas que apenas dejen impacto en el medio natural y sin ánimo alguno de crecimiento, a pesar de que siempre existiera la posibilidad de que éste volviera a ganar la partida y todo volviera a empezar. 

Aunque se salga del tema en cuestión, cabría añadir porqué la humanidad no puede actualmente escapar al progreso. En primer lugar porque la inmensa mayoría de personas creen firmemente en que el progreso es la razón de ser del ser humano e incluso de que en algún momento traerá la paz a todo el mundo. En segundo lugar porque todas esas personas no están capacitadas para ver la relación entre el progreso y la destrucción del medio natural, ni mucho menos lo pernicioso que resulta aquel para todos los ámbitos de la vida y en tercer lugar porque los pocos que lo pueden ver solo proponen soluciones que inciden en las causas próximas y no en las causas primarias. En cuarto lugar, porque incluso aunque una parte importante de la humanidad reconociera las causas primarias, abordarlas supondría un choque brutal con el modo de vida impuesto, si no un colapso inevitable del propio sistema y lo que pasara después nadie puede saberlo. 

Es importante añadir a su vez otra cuestión y es la diferencia entre la ideología del progreso, forjada con los años, que es la que actualmente mueve el mundo de los humanos y el hecho del conocimiento. Aunque pueda parecer que desde siempre ha acompañado al progreso, el conocimiento, que se puede decir también es inherente al ser humano, por tanto a su naturaleza, podría desarrollarse independientemente del progreso en un futuro de sociedades minúsculas y sencillas, dirigido únicamente hacia la naturaleza y el ambiente que nos rodea en general. Por tanto, y aunque esto formaría parte de otro escrito, habría que dejar clara la diferencia entre lo que es el conomiento ilimitado marcado por el progreso y auspiciado por la tecnología, que es el que se ha impuesto por la fuerza y el conocimiento sencillo dirigido únicamente hacia el medio natural.