No es habitual en este espacio hacer
críticas ni reseñas sobre ensayos o cualquier otro género literario. Sin
embargo esta vez merece la pena hacer la excepción. Recientemente me he leído
un libro que tenía pendiente desde hace tiempo, se trata de Colapso. Por qué
unas sociedades perduran y y otras desaparecen, de Jared Diamond. Pero he
de decir que, después del valorado por muchos, incluido el que habla, Armas,
gérmenes y acero, el presente libro, publicado hace ya más de diez años, se
me ha antojado en general bastante decepcionante. Y es precisamente por esta
razón, y por la nada sorprendente influencia que tiene Diamond en el mundo
académico y procientífico, por la que veo necesario rebatir este libro.
A mi juicio el estudio tiene dos
partes fundamentales, que según el autor guardan una estrecha relación: en la
primera se habla de las sociedades del pasado que tras alcanzar un vigoroso
esplendor, desaparecieron supuestamente tras sufrir un colapso en su modo de
vida. Y en la segunda se establecen posibles analogías y diferencias entre la
sociedad actual civilizada -o globalizada- con estas sociedades. Entre medias y
como una parte diferenciada, se habla a su vez de sociedades actuales que
supuestamente también han sufrido colapsos y de otras pocas que supuestamente
han tenido éxito.
Bien, en primer lugar es importante
matizar porqué utilizo el término "supuestamente". Esto es porque
cuando uno lee que todas estas sociedades del pasado en las que se habla colapsaron,
según Diamond, por cinco factores clave que se reptien casi siempre, le queda
cierta duda, máxime cuando la mitad de dichos factores tienen que ver con la
voluntad de todos los miembros de la sociedad entre sobrevivir o desaparecer,
como si la propia sociedad llevara las riendas de su destino y así pudiera
tener éxito o fracasar. A priori los factores medioambientales pueden parecer
ciertos y según la mayoría de los estudios arqueológicos debió de darse al
menos en algunas de ellas un desequilibrio entre población y recursos naturales
o una sobreexplotación de los mismos que inevitablemente llevó al desastre. Lo
que quedaría por saber es si estos hechos -no decisiones grupales, como pretende
hacernos convencer el autor- fueron causa directa de la acción humana.
Rastreando por la red, uno encuentra el libro "Cuestionar el
colapso", una obra escrita por varios antropólogos en la que se desmontan
con otros argumentos que dichos colapsos no fueron motivados directamente por
causas humanas -como el de la isla de Pascua- e incluso que algunos de ellos no
pueden catalogarse siquiera de colapsos sino de transformaciones o expulsiones
-como es el caso de los mayas o los anasazi del sudoeste de Norteamérica-.
Cabe decir que a pesar de su abundante
documentación, sorprende, no de forma muy positiva, el estilo sobradamente
subjetivo y pasional del que abusa Diamond. Así, uno no se explica que
previamente a esta primera parte se dedican tantas páginas a una parte de la
sociedad actual estadounidense, como es el estado de Montana -ni más ni menos
que 60 páginas del libro-, al parecer por lo que bien que conoce la zona y la
cantidad de amigos que tiene allí. Tampoco es explicable que se dediquen apenas
25 páginas al imperio y ocaso de los mayas mientras a los noruegos de Islandia,
Groenlandia y otras islas británicas se les otorgue la friolera de más de 150
páginas. Evidentemente, aunque esto sea algo secundario para el contenido del
libro, no deja de ser una decisión arbitraria del autor que deja sin aclarar.
En cuanto a la segunda parte
fundamental, y dejando de lado la parte en la que se habla de las supuestas
sociedades actuales que han tenido éxito, algo muy relativo y discutible -tal
es el caso de Japón- porque ¿quién nos asegura que las sociedades del presente,
mayormente dependientes de la globalización, no están en riesgo de colapso? o
que de forma arbitraria son presentadas por Diamond como sociedades con un
medioambiente frágil, tal es el caso de Australia o China, como si fueran
sociedades susceptibles al colapso -cuesta creerlo en el caso de China-,
Diamond quiere hacernos mostrar a modo de conclusión que las diferencias y
analogías de la sociedad actual globalizada en relación a las sociedades del
pasado deberían ser analizadas y estudiadas para no caer en sus mismos errores
y con el simple objeto de que perdure la primera. Y he aquí la gran decepción
del libro en la que merece extenderse. (Al fin y al cabo, las interpretaciones
antropológicas sobre diferentes sociedades, a menudo contrapuestas, pueden ser
tomadas en serio o puestas en duda por los lectores a juicio de estos, pero no
dejan de ser especulaciones sobre el pasado. Sin embargo el presente es más
fácil de analizar y en parte, comprender).
Diamond insiste reiteradamente en la
capacidad o no de aquellas sociedades para enmendar sus errores y sus fatales
consecuencias que les llevaron al fracaso. Sin embargo, esto contrasta con su
libro anterior Armas, gérmenes y acero, en donde se aseguraba que
las sociedades estaban marcadas por un determinismo histórico dominado por los
factores materiales y no culturales -yo dudo si los factores materiales no son
culturales, y quizás una oposición más acertada sería la de factores
ideológicos-. Pero sigamos con el volumen que nos interesa: esta supuesta voluntad
de las sociedades por dirigir su propio rumbo se confirma cuando Diamond de
forma claramente prosistema lo traslada a la sociedad actual defendiendo a
multitud de empresas que según él tendrían la capacidad de revertir la esencia
del sistema del crecimiento y el desarrollo ilimitado solamente modificando sus
prácticas medioambientales, con el fin de contaminar menos o extraer recursos
causando un menor impacto. Sin más, ya está. A su vez, los gobiernos y los
consumidores, a su modo, también pueden influir en que estas prácticas mejoren.
Una de las cosas que más chocan es cuando afirma que una de las prácticas que
podrían hacer los consumidores, además de quejarse o rechazar ciertos
productos, es elogiar a las empresas cuando éstas lo hacen bien, como si fuera
poco darles tanto dinero comprando sus productos.
Las referencias que cita se refieren a
la industria petrolífera, la de los metales, la de la madera y la de la pesca,
efectivamente, unas de las que más daño hacen al medioambiente. Faltaría quizás
la industria de la carne, una de las más destructivas. Después de señalar los
daños ocasionados por éstas de forma bastante fiel a la realidad, nos recuerda
insistentemente y de forma "optimista" cómo deberían hacer las cosas para
que los daños no fueran tales o fueran menores. Para ello nos presenta ejemplos
excepcionales de empresas que han desarrollado una política medioambiental ejemplar
y que debería servir como modelo para el resto, además de la implantación de
normativas por parte de las autoridades encargadas de poner límites a la
explotación de los recursos y que ya funcionan en algunos países. Para él esto
sería suficiente. Otros expertos insisten más en transformar las fuentes de
energía de combustibles a energías limpias y renovables, lo que según ellos
solucionaría una parte del problema (pero solo una parte).
Pero lo que realmente esconde esta
posición claramente condescendiente es una intención generalizada por parte de
ecólogos, biólogos, climatólogos y otros científicos de salvar la civilización
a toda costa. Para ellos, el medioambiente tiene algún valor, pero solo si
sirve a la humanidad. Una visión realmente antropocéntrica. La esperanza de la
que tanto habla Diamond en el libro supone un futuro civilizado más suave,
menos invasivo. Es por eso que en esta clase de libros se habla de una esperanza
relativa, una esperanza con condiciones. Solamente se alude a los problemas
medioambientales -que es verdad que son muchos y graves-, algo menos a
los problemas demográficos y nada en absoluto a otros problemas de tipo estructural
de la propia sociedad.
Ni por asomo se aluden a los problemas
intrínsecos del propio modo de vida. No se habla de la degradación de la propia
naturaleza humana civilizada, la mera consideración del individuo exclusivamente
como un ente consumista, superficial y vacío. No se mencionan en estas obras la
total artifialización de la sociedad por medio de la tecnología, la pérdida de
la comunicación tradicional. Ni tampoco la masificación en megaciudades cada
vez más vastas y los problemas inherentes a éstas. No se habla de la inevitable
jerarquización de las relaciones laborales y empresariales en una sociedad
altamente compleja donde todo está controlado por máquinas y sujetos-máquinas,
así como de la especialización vertiginosamente cambiante de las innovaciones o
de lo que Diamond denomina esta vez sí acertadamente proceso autocatalítico
(pag.249 de Colapso) en relación a los avances tecnológicos. Tampoco se dice
nada sobre la extremada alienación de la sociedad civilizada, del infantilismo
al que se relega al individuo urbanizado, siempre inmerso en el exceso, la
envidia, la tentación de consumir, el vicio y la estupidez. Por último, tampoco
se alude a la falta de moral que hace sostener una sociedad de este tipo cuyo
ejemplo más aberrante es el de mantener a millones de esclavos animales en
condiciones deplorables y condenados a la violencia y la muerte porque todo el
mundo lo consiente. Aquí Diamond demuestra importarle muy poco los animales
marinos con su posicionamiento a favor de una industria de la pesca controlada,
pero básicamente como el grueso de la humanidad: si los animales terrestres les
importan poco, los que habitan el mar no les importan nada.
En una parte del libro, Diamond admite
que es impensable que los gobiernos propongan métodos para reducir el consumo y
dado que los consumidores no lo harán por sí mismos, y que como se expone, el
nivel de consumo de los países tercermundistas se está equiparando en mayor
medida a los primermundistas, el impacto en la naturaleza cada vez será mayor. ¿Qué
importancia tendría que las empresas contaminaran menos o fueran menos
destructivas si cada vez tuvieran que extraer más recursos o fabricar más
productos porque cada vez hay más gente en el mundo consumiendo como lo hace el
Primer Mundo? Por lo tanto, ¿de qué serviría que un gran número de empresas implantaran
medidas medioambientales o que las normativas fueran más estrictas si la
población seguiría aumentando a la vez que lo haría el impacto en el medio? Lo
mismo podría decirse si supuestamente las energías renovables sustituyeran a
las energías convencionales no renovables.
Peor aún, si la esperanza de Diamond
se cumple y todas estas empresas mejoraran supuestamente sus prácticas medioambientales,
se acabaría la gravedad del asunto al menos de forma temporal, con lo que ya no
habría razón para preocuparse y los niveles de consumo podrían multiplicarse
sin que el ecologismo interfiriera. Esto es lo que podría llegar a pasar si el
problema se enfoca únicamente desde un punto medioambiental. Si no se
consideran otros puntos de vista de índole social, moral y fundamentalmente
estructural, la sociedad seguirá sujeta a los dictámenes del progreso y el
crecimiento ilimitado y por mucho que se intenten postergar los ataques al
medio natural, el inevitable aumento desproporcional de la población y su
impacto acabarán por destruir la mayor parte de dicho medio.